lunes, 10 de diciembre de 2012

Aun no.

Y les dijo que aún no, que esperaran, que todavía no salieran. Pero no lo escucharon, así que se quedo callado. No les importó su reclamo y salieron. Él los vio ahí, sentados, como si nada, sin temor, como si la vida se les hubiera salido por los ojos. Estaban ahí escuchando la voz gangosa, esa que pareciera que no se cansa de decir las mismas historias de muerte, la voz que les contaba de los asesinatos donde doña Gloria Arciniegas o en la Botica de Jesús Alarcon. Y les dijo que no, que entraran a la casa, que todavía no salieran, pero lo volvieron a ignorar. Y fue allí sentados, escuchando las historias, ahí mismo fue donde encontraron la paz eterna. No vieron el sol de nuevo, pues las alas de la muerte se las cegó en una ráfaga de disparos. Ahora son libres, pero él se quedó esperándolos.