miércoles, 27 de febrero de 2013

Esperando.


Me gusta acariciarte con mis palabras
Porque en este mundo virtual
Donde no existe la piel sino las ondas
Solo ellas pueden llegar hasta vos
Y hacerte sentir lo que siento.
Me gusta dejar que escapen
Para que jueguen con tu piel
Trepen hacia tu boca
Y al llegar a tus oídos, aniden allí
Y se queden en tu humanidad. 
Escondidas en la magia del instante
Como el más dulce de los secretos
Me gusta halagarte
Porque despiertas mi deseo
Porque provocas mi ternura
Porque mi tiempo transcurre en el instante compartido
En la esperanza de los momentos acordados
En el deseo huérfano de vos
Me gusta soñarte porque te siento sin tocarte
Porque te veo aun sin verte
Porque te espero y te seguiré esperando
Porque sé que estás ahí esperando por mí
Este en definitiva soy yo, un soñador romántico
Tan solo un hombre, solo esperando siempre por vos
Para que un día ya no sea virtual
Para que un día cercano te diga con mi voz
En un mismo cuarto, en un instante, en el presente absoluto
Que te amo como mi alma. Que te amo hasta el sol. 

viernes, 15 de febrero de 2013

Una palabra, una historia, muchas lágrimas.

Cuando recuerdo lo que él me narró esa noche, aún puedo sentir ese vacío en el interior de mi pecho, ese vacío que siento tan presente  después de tantos meses. Como si sintiera una especie de culpabilidad cuando yo he sido inocente. Mi único delito como ya lo había mencionado antes fue amarte más de lo que yo me amé. 

Ver en mi mente la imagen de ustedes dos tomados de la mano en la última butaca del autobús que los conduciría al oeste, me hacía sentir incomodo, con rabia y con esa sensación de impotencia. Seguí imaginándolos mientras seguía escuchando esa triste narración. Continúo diciendo que no deseaba tomarte de la mano, que no le parecía correcto ese tipo de demostraciones en pública, que sentí vergüenza. Él te recordó una vez más que no deseaba ninguna demostración cuando recostaste la cabeza en su hombro izquierdo. Parecías un pequeño gato que deseaba ser acariciado. Y él estaba apunto de caer en tu seducción

Creo que tus ojos marrón de seguro, lograron impactarle tanto o más como me siguen impactando, es algo extraño, pues después de tantos meses, aún es un enigma. Un elemento faltante. Y puedo pasar horas en el sillón de la terapeuta mintiéndome a mí mismo sobre haberte olvidado, pero ahí acostado, sigo contemplando la idea de ver de nuevo esos ojos marrones que tanto admiré. Él no dijo nada sobre tus ojos, no dijo nada sobre tu cabello, que olía cuando me abrazabas; No dijo nada sobre tus gruesos labios rojos con las pequeñas cicatrices de varicela que tanto besé; y mucho menos dijo algo sobre tu suave piel, en la que siempre desee dormir cada atardecer. Él solo dijo que de ti le cautivó la personalidad y que aunque el aspecto físico siempre había sido importante en sus relaciones, esta vez, de una manera ilógica, decía que le atraía la personalidad.  A veces me pregunto si esto que me dijo, pudo ser para hacerme sentir mal, hacerme pensar que yo era superficial, pero yo te puedo decir que te conocí primero a través de tu voz, de tus escritos, de tus  momentos de histeria y falta de temperamento. No negaré que recordaré para toda mi vida, por más que pueda decir que te odio, por más daño que me hayas provocado, recordaré la primera vez que te vi. Como un ángel que baja al infierno a darme una gota para calmarme la sed. 

Creí todo lo que él me contó. No sé cómo pude creerle a un extraño. Pero su mirada sincera, su risa tosca y contagiosa, me hizo creerle. Me contó cada uno de los momentos a tu lado, cada sonrisa y cada deseo de besarte y a la vez lanzarte al río. Me sorprende de ti querida, que a él también le hubieras prestado tu móvil, que pudiera ingresar a su red social y publicar la foto de ambos, al menos sus piernas y cena. A mí en cambio dejabas de hablarme si en la sala de tu casa, al sentarme, por efecto de la gravedad en el sillón, tu móvil se me aproximaba. Me pregunto si encubrías algo. Me pregunto si habían notas y mensajes secretos, fotos que no conocí, historias de amores, de aventuras y de burbujas en el tiempo de las cuales yo no podía conocer. No sé la respuesta. Sé que no sé muchas cosas y tal vez nunca me enteré. Él me dijo que poco a poco saldría todo a la luz, que me dolería; tal vez más de lo que me dolió.


También dijo que en la noche salió de regodeo. Pero que no calmó su sed en otros labios, que esperó. Sus amigos le dijeron que estaba loco, ¿Por qué lo hacía? Él tampoco lo entendió. Sé que causas ese efecto en los hombres, querida. Él te respeto, pero acaso ¿tú lo respetaste también? Y cuando la flor del amor se abrió en su pecho, tú, querida, hiciste lo que ya sabias, lo sacaste de tu vida con el discurso patético del tiempo agotado y tus ocupaciones tan trascendentales. Él me contó cómo se sintió, sé que no lloró pues aseguró que no era para tanto, pero sin duda que eso duele mucho, tanto como me dolió a mí. Los dos parecíamos unos huérfanos en la calle, mirando al piso, luego al cielo, suspirando, luego mirando a los lados, diciendo “Dios”  y en nuestras mentes “¿por qué?”.  Él no volvió a verte más, no sabía nada de ti, aunque cuando empezó a narrarme su historia me aseguro que estaba enamorándose de una chica, esa chica eras tú. Tú la que le diste el aire para respirar y lo que él buscaba y no sabía si existía o no, pues era la primera vez que se fijaba en alguien por su personalidad. Tal vez, él lo entendió cuando te abrazo al despedirse y creyó que empezaría la historia más bonita, en la que entregaría su vida, su honor y su empeño. Pues tan solo tú nos diste una vida, la vida que deseábamos. Pero es imposible, pues tú solo piensas en tu apetito, por más que te demos lo que pides, deseas más y se te olvidas que simplemente te amamos, que te damos lo más valioso. 

Esa noche, en esa narración, mi voz se fue y mi mente recreo cada instante, cada detalle, cada momento, cada caricia y cada intento de un beso. Mi mente me abría el paraíso romántico que él narraba y allí entendí, que en algo había actuado yo. Ahora querida, tú eras romántica.  Y veía como usabas lo que yo te enseñe. Al menos en tus buenas acciones seguía viviendo mi recuerdo y eso a mí me basto. Porque no se mueren así yo ya no tenga vida.