Ayer viajaba
a Cali y en la carretera Yumbo-Cali se veía a un grupo de personas de todas las edades
vestidos con camisas y blusas negras, algunas con logotipos de escarcha y
lentejuelas. Lo primero que pensé al vernos es que eran pate de una protesta
sindical. De pronto vi a un señor con una corona de flores y luego el imponente
ataúd. Una procesión ceremonial hasta el cementerio. El doliente quien llevaba
la batuta dejó caer una larga tira, que luego de analizar, supe que era una “culebra
de pólvora”. El señor se agachó y con un cigarrillo casi instinto encendió el
bullicio. El tráfico se detuvo, mientras el desfile mortuorio danzaba al son
del reggaetón, se tomaba aguardiente, se gritaba y la nube de fosforo quemado
nos envolvía a participantes y espectadores. Alguien dio la orden de bajar el ataúd
y los cargueros lo depositaron en el suelo, donde una señora mayor, con un
vestido apretado, lloraba y golpeaba el cristal por donde se asomaba el rostro
de su joven hijo. El tráfico seguía detenido mientras la madre lloraba y el
velorio andante se entusiasmaba al estar tan cerca del cementerio. Después de
continuar la procesión, el ataúd se bañó más y más en aguardiente, despidiendo
a su amigo, al primo, al hermano, al hijo que este diciembre ya no bailara, ya
no los besara ni abrazara. El camino de la muerte entre celebración y dolor.
Vivir es un drama, hay drama para todo, hasta para comer, respirar y amar! Mi vida, mi drama! Soy ValdeDrama!
viernes, 17 de diciembre de 2010
Entierro en Yumbo
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