Han pasado 9
meses de tu partida. Nunca había soñado con ella. Lo quise, pero no sucedió.
Hasta ahora. A veces las personas creen que cuando uno sueña con alguien que se
ha muerto, es porque ha ascendido al cielo. Como si fuera una despedida. Como
si ya se hubieran dado cuenta de que han muerto. Tal vez a penas te estés dando
cuenta de que has muerto. Pues dormías cuando dejaste tu cuerpo inerte en la
sala del hospital. Parece irreal tu muerte, por eso cuando te vi en mi sueño,
parada a mi lado con un suéter rojo de arabescos azules, un vaquero azul y unos
mocasines de gamuza como los que yo tengo, no podía salir del asombro. Eras tú.
Mi querida amiga. Tenías el cabello enmarañado y atado a un cintilla delgada,
luciendo como una mujer de los años treinta, muy encopetada. Yo no recuerdo
como estaba vestido, solo me veía las mangas azules que cubrían mis brazos. Me
sonreíste con esa sonrisa que anhelaría ver de nuevo, tomaste mi mano y con
afán me arrastraste. Decías que debíamos llegar de inmediato. ¿A dónde vamos?
Te pregunte aún en medio del asombro. Debemos ir a la Javeriana, dijiste casi
gritándome. ¿A la Javeriana? Y a que vamos a ir a la Javeriana? me cuestione.
¿Me vas a acompañar o no? Ya cruzada de manos y algo seria. Pero es que… lo que
sucede es que… Oye, tú estás muerta. Se lo solté sin tabúes. Era cierto y real.
Ella lo estaba. ¡Hombre, que no estoy muerta! Y vamos a llegar tarde a la
Javeriana. Pero escúchame, yo sé que lo estás. Estas muerta. Que no estoy
muerta, te reíste y de nuevo sujetaste mi mano. Yo fui a visitarte antes de que
murieras, estabas muy delgada y enferma, al menos te vi antes de que… ¡Que no!
Que no estoy muerta. ¿Quién te dijo eso? Es que yo te vi, yo sé que estas en la
cripta, comencé a explicarle ya con incredulidad y miedo. Estas al lado de mis
bisabuelos, del tío Enrique, del tío Jaime, de la tía Ernestina y del abuelo
Rafael. Tú estás en medio de ellos. Cuando baje a la cripta les encargue que te
cuidaran, en especial a la bisabuela Consolación, para que te consolara cuando
estuvieras llorando. Ella no me creyó. Deja de decir esas bobadas Jorge y
camina rápido que vamos a llegar tarde a la Javeriana. Bueno, te acompaño, pero
tu estas muerta. Tienes que saberlo. Mejor corre que llegaremos tarde por tu
culpa. Bueno…
Y los dos nos
fuimos corriendo rumbo a la Javeriana. Como aquella tarde de Junio en que a tu
lado corrí por la plaza Santander de la Universidad Nacional. Tu a tus clases y
yo a mi exposición de neurología. Allí me despedí de ti. Te vería al día
siguiente para bailar. Pero ese día nunca llegó. Ahora seguiré recordando ese
instante en que casi te ahorco cuando te vi, aquella tarde en que te hable, en
esa tarde en que nos reímos, en esa tarde en que te dije adiós. Un adiós que no
pensé que sería para siempre.
Con todo mi
cariño para ella, aunque la analogía sea tan obvia, siempre en el corazón. Por
siempre.