Tan ilustre y déspota. No sé
qué es, entonces, lo que tú deseas, en que te empeñas en ser conocida. Tú que habitabas la oscuridad ahora limitas el desprestigio. Siempre
deseando un beso más, uno de más. Deseando una caricia, una de más. No te
conformas con lo que te ofrece el de turno, cada vez más y más deseos insaciables de amor. Para ti, el amor y el romance es efimero. Uno tras otro, tras otro,
enfilando un ejército que entra cada noche a tu cama y te despoja de virtud. En
eso te has convertido querida, en una insaciable que solo acumula rencores,
pasiones y deseos de poseer un trofeo de la más meretriz.
Eres un vampiro que se alimenta de besos, de caricias, de los gélidos suspiros y luego como si el
tiempo te marcara el fin de la cena, en ese desesperado afán de amar, te marchas con otro al que empiezas de nuevo, a mendigar un
poco de su ser, de su pasión y deseo. Son acaso lindas tus acciones, querida, pregúntate.
Aquellas acciones que tienes con tus pretendientes, aquellas de viajes y cenas,
de flores y prendas, de joyas y coronas.
Arrojas esas prendas que
adornaron tu cuerpo durante el día y buscas incansablemente un cuerpo a quien
pedirle abrigo. No quedan vestigios de lo que alguna vez pude ver, ya no eres
la misma tierna chica de la cual perdidamente me enamoré. No sé lo que eres. No
me atrevo, por más que lo niegue, a manchar tu buen nombre. Siento respeto no por tu inmundo ser, no mancho tu nombre por lo que algún día fui a tu lado, guardando ese recuerdo como la única muestra de afecto verdadero que existió en ti.
Dices ser grande, cuando apenas si puedes gatear, pides ser amaba cuando solo dañas corazones. Eres fría y malvada, como las
mañanas después del invierno.
Me pregunto si acaso deseas
ser un personaje que refuerza esa protección que impide ver cómo eres, que
impide escuchar tu voz, tu verdadera voz y solo esas estúpidas frases
pre-formadas, de conocimiento robado Me pregunto acaso quien fue quien te daño
que tuviste que refugiarte en ese personaje tan odioso. No creo que tanta
mezquindad sea de tu ser, alguien tuvo que sembrarla y te empeñas en que
carguemos algo de lo que estas cosechando. Pues no. Me niego a ser parte de tu
melancólico juego, ese de mentiras y de tardanzas, ese que juegas con todos. Pues ya no.
Apártate de mí, deja ya de imaginar que soy un peón que recorre tu campo, pues
el único campo que quise recorrer fue tu cuerpo y mis golpes eran besos, pero
te negaste. Así que asume las consecuencias de dejarme ir, pues no estoy dispuesto
a volver, si así fuera el caso.
Pasaran muchos por tu cama,
muchas noches de pasión, muchas formas de pensar que logren estimularte el cerebro, creerás que has amado, pero al final, cuando cansada y enlutada te
desprendas de ese lecho, descubrirás que solo hizo falta una sola persona y no
esos diez, esos 100 o esos mil hombres para descubrir la afligida imagen de una
mujer que solo buscó el deseo, que pensó que amaba, que creyó encontrar su
felicidad, aquella felicidad que perdió la misma noche que decidió confundirse
en las sabanas con cada amante seducido a sus pies. En esa noche que confu
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