viernes, 10 de mayo de 2019

Williams.

Williams.

Williams. Cómo la escudería de fórmula 1, cuando Juan Pablo Montoya competía en 2002 y uno se levantaba a las 2 de la mañana para verlo... perder. Pero ver ganar a Schumacher. Así es el nombre de mi paciente de 16 años. Williams tiene síndrome de Oliver y desde un par de días ocupa una cama en el cuarto piso del hospital. El fin de semana estuve en ese piso. Varios casos extraños me tocó. 4 en especial conjunto a Williams o Ángel, como decidieron llamarlo y no es porque Williams no sea un nombre agradable, hay otra razón. Ya les diré el porqué. De mis 32 niños. Destacaron 4. El primero, Luis, un chico Venezolano que llevaba 2 días en Cajica y el auto donde iba fue impactado por un tractor que bajo velozmente desde una montaña. Sus pies están destrozados. La cuenta de cobro del hospital va en unos 25 millones de pesos. Casi mil doscientos millones de Bolívares, una enorme fortuna casi como para comprar 8 casas en Caracas. Luis es la persona más educada que he tenido en mi servicio.  La segunda es Yeidi, una chica indígena de 14 años, tiene un pseudo tumor cerebri, le suman 10 punciones lumbares y hoy ya dejo de recordar quien es el que le lleva chocolates a escondidas o con quien habla. Su cerebro está tan adolorido que a penas soporta que su madre le haga trenzas en su larga y negra cabellera. Ya no quiere jugar con sus juguetes de plástico y extraña su tableta, que lamentablemente murió! “Se ha muerto mi amiga”. Y al lado de ella está Alice, Alice la Cerdita, porque le gusta Peppa Pig. Ella espera el reporte de la patología de un tumor en la glándula tiroides, que Oncología Pediatríca ha informado como “muy probable para malignidad”. Hoy cumple 10 años. Oncología espera que llegue a los once, todo depende del reporte de la biopsia. Y por último Williams. Williams recibe un cóctel extraordinario: hidromorfona, tramadol, dipirona, clonazepam, metadona y levomepromazina. Con todo eso el dolor persiste y no lo deja cerrar los ojos. Williams además del síndrome de Oliver tiene otra vaina en su hombro derecho, algo que creció y por su culpa perdió su brazo entero. Williams tiene un sarcoma de húmero. Este sarcoma, como acostumbramos a decir se iluminó como arbolito de Navidad. Bastante terrible la comparación para algo tan lindo como la Navidad. Su tumor se expandió en su hombro y tórax. No sé le puede operar su hombro, ¿como podría quitarse la mitad de su tórax?. Me siento a su lado, se ve pálido y deja que toque su tumor, me dice que no siente mi mano. Que solo siente dolor. Hoy le he llevado un dulce, una barra de chocolate de España, creo que es de España, Torreón o Torredon. No lo sé. En la última nota que leí dice que será trasladado al Centro de Cancer Infantil (CCI) según criterio de Radioterapia. Al llegar a su cuarto, veo qué hay un letrero amarillo donde dice “Aislamiento de Contacto” le pregunto a la auxiliar de enfermería por qué han puesto ese letrero en el cuarto de Williams? La auxiliar me dice: de Williams no, de Ángel, él va a hacer un Ángel. No le entiendo lo que me dice. Me pongo la bata y el tapabocas y entro al cuarto, allí está la oncóloga, ella va saliendo con dos estudiantes de medicina. Yo Me siento muy alto a comparación de ellas. Nos saludamos. La oncóloga me pregunta si hoy estoy a cargo de Williams. Le digo que solo vengo a verlo antes que se vaya al CCI. “Hiciste bien en venir a visitarlo, él ya no va a ir al CCI. Él morirá hoy o mañana. Lo siento” Los dos hacemos una mueca de dolor y a la vez cómo de “era de esperarse”. Ya entendí lo de Ángel. Entro al cuarto. Williams tiene los ojos cerrados, una cánula de oxigeno y está igual de blanco que las paredes. Sus papás tienen los ojos rojos. Los saludo: -Buenas! -Buenos días. Williams se despierta. Que tal la noche? Con dolor, me dice él. Le enseño el dulce y se alegra mucho. Le doy la orden estricta de comerse todo el dulce. Todos se ríen. Ahí en cama, inmóvil, con una leve sonrisa y el gran esfuerzo para respirar. Tan frágil. Pienso por un momento sin decirle nada. Adiós Williams. Le digo que luego vendré a visitarlo y le traígo otro dulce. Los papás saben que no es verdad. Williams sabe que no me volverá a ver. Y yo sé qué ese es el ultimo dulce que se va a comer.

Williams, el Ángel del Cuarto Occidente.