jueves, 16 de septiembre de 2021

SOBRE VAN GOGHT

 Aquel hombre holandés, delgado y alto, de ojos celestes y mirada perdida, de barba enmarañada como crin de caballo, de cabello abundante y remolinos cetrinos, de dientes como mazorca, con manos grandes y virtuosas, de andares vagos y noctámbulos, ensimismado en un mundo de colores nada austeros, perdido en el dolor de un epitafio de un funesto sepulcro familiar. Él, Vincent, con el nombre de su hermano que nació muerto exactamente un año antes de su nacimiento, no despertó jamás del gélido beso de las sombras que le carcomieron la mente al creerse extinto. Era un hombre extraño que vagaba por los campos de la Provenza, entre cultivos de lavanda y hortalizas, pintando entre el frio de la primavera y las brazas del verano Francés. Aquel hombre delgado y alto, parecía triste.

Entre hojas, libretas, carpetas y lienzos, se formó la inconmensurable colección de 900 obras, que en su momento no valían ni los cinco francos que pagaba por la habitación más inhuma de un hotel de Arles. El carácter cándido invadió a Vincent, una vez que se estableció en un estudio que arraigo como propio, apaciguando el desconsuelo de sentirse desalmado y sin un lugar donde escapar de las pérfidas miradas que lo desolaban, porque nunca dejó de ser un extraño, aquel hombre holandés en tierra francesa. Solo el recuerdo de la casa amarilla, como se llamó su estudio, quedó en un museo, pues su edificación no se salvó de la guerra que devastó a Europa.

En sus obras, valoradas post mortem, se vanagloria la luz y el dominio del color, el cual fue el más asombroso de la época, pues logró trasformar el dolor de su atormentada existencia en una explosión cósmica de belleza sin igual. Con el uso incandescente del amarillo, tan amarillo que se comparó al que se usa para dividir cada carril de una vía; tan vital, con luz propia como reflejó del sol, como el fuego que sentía su corazón y como la fuerza temeraria para cortarse una oreja.

Pintar sobre las emociones puede llegar a ser fácil, pero usar la pasión, tu miedo, tu tormento y dolor para representar la alegría, el éxtasis y la magnificencia del mundo, solo lo ha logrado aquel hombre extraño, de apariencia ermitaña e inculto, pero con un corazón tan maravilloso, que guardó el secreto de su desdeñado final. Ni la agonía en el lecho de muerte, logro desencajar una sola palabra sobre lo acontecido. No hubo tiempo de dar aviso a nadie, no se podía hacer nada por el holandés errante, que se llevó el secreto, junto a su hermano nacido muerto.

Van Gogh es el mas popular de los grandes pintores de todos los tiempos, nadie a logrado igualar lo majestuoso de la sencillez con que retrataba lo que veía, sin duda el mejor, que ni con lágrimas de alegría lograría desdeñar su rasposa barba que se sentiría cálida en un abrazo de gran admiración.