sábado, 7 de septiembre de 2013

Ebrio.

Si! Estoy ebrio y tu eres hermosa! Mañana estaré sobrio y tu seguirás siendo hermosa!

Sueño.

Soñé que me abrazabas en la cama. Desperté y te vi a mi lado. Te abracé y dijiste "no me toques porque me despierto". Me giré y quise volver al sueño.

jueves, 13 de junio de 2013

Por todos lados.

Sigo encontrando tus cabellos por todos lados,
bajo la almohada, sobre el tapete, están incrustados, son como sombras, 
son como hilos de tus bordados, en mis camisas, entre los libros están peinados.

Sigo encontrando tus cabellos por todos lados, 
en las baldosas, entre mi boca, en mi cabeza están sembrados, 
bajo las piedras, en los helados, son como lineas que te dibujan nudos y cabos.

Sigo encontrando tus cabellos por todos lados,
en el armario, entre mis manos, en mi maleta están guardados, 
bajo mi cama, en la ventana, son como brisa cuando estas a mi lado. 

viernes, 5 de abril de 2013

Sueño con ella.


Han pasado 9 meses de tu partida. Nunca había soñado con ella. Lo quise, pero no sucedió. Hasta ahora. A veces las personas creen que cuando uno sueña con alguien que se ha muerto, es porque ha ascendido al cielo. Como si fuera una despedida. Como si ya se hubieran dado cuenta de que han muerto. Tal vez a penas te estés dando cuenta de que has muerto. Pues dormías cuando dejaste tu cuerpo inerte en la sala del hospital. Parece irreal tu muerte, por eso cuando te vi en mi sueño, parada a mi lado con un suéter rojo de arabescos azules, un vaquero azul y unos mocasines de gamuza como los que yo tengo, no podía salir del asombro. Eras tú. Mi querida amiga. Tenías el cabello enmarañado y atado a un cintilla delgada, luciendo como una mujer de los años treinta, muy encopetada. Yo no recuerdo como estaba vestido, solo me veía las mangas azules que cubrían mis brazos. Me sonreíste con esa sonrisa que anhelaría ver de nuevo, tomaste mi mano y con afán me arrastraste. Decías que debíamos llegar de inmediato. ¿A dónde vamos? Te pregunte aún en medio del asombro. Debemos ir a la Javeriana, dijiste casi gritándome. ¿A la Javeriana? Y a que vamos a ir a la Javeriana? me cuestione. ¿Me vas a acompañar o no? Ya cruzada de manos y algo seria. Pero es que… lo que sucede es que… Oye, tú estás muerta. Se lo solté sin tabúes. Era cierto y real. Ella lo estaba. ¡Hombre, que no estoy muerta! Y vamos a llegar tarde a la Javeriana. Pero escúchame, yo sé que lo estás. Estas muerta. Que no estoy muerta, te reíste y de nuevo sujetaste mi mano. Yo fui a visitarte antes de que murieras, estabas muy delgada y enferma, al menos te vi antes de que… ¡Que no! Que no estoy muerta. ¿Quién te dijo eso? Es que yo te vi, yo sé que estas en la cripta, comencé a explicarle ya con incredulidad y miedo. Estas al lado de mis bisabuelos, del tío Enrique, del tío Jaime, de la tía Ernestina y del abuelo Rafael. Tú estás en medio de ellos. Cuando baje a la cripta les encargue que te cuidaran, en especial a la bisabuela Consolación, para que te consolara cuando estuvieras llorando. Ella no me creyó. Deja de decir esas bobadas Jorge y camina rápido que vamos a llegar tarde a la Javeriana. Bueno, te acompaño, pero tu estas muerta. Tienes que saberlo. Mejor corre que llegaremos tarde por tu culpa. Bueno…
Y los dos nos fuimos corriendo rumbo a la Javeriana. Como aquella tarde de Junio en que a tu lado corrí por la plaza Santander de la Universidad Nacional. Tu a tus clases y yo a mi exposición de neurología. Allí me despedí de ti. Te vería al día siguiente para bailar. Pero ese día nunca llegó. Ahora seguiré recordando ese instante en que casi te ahorco cuando te vi, aquella tarde en que te hable, en esa tarde en que nos reímos, en esa tarde en que te dije adiós. Un adiós que no pensé que sería para siempre.
Con todo mi cariño para ella, aunque la analogía sea tan obvia, siempre en el corazón. Por siempre. 

viernes, 29 de marzo de 2013

Un amigo al teléfono.


Y de repente ya le tenía mucha confianza, tanta para contarle mis problemas en la cama, para decirle cuan doloroso podría llegar a hacer una penetración pero cuanto a la vez era tan deseada. Así, poco a poco se convirtió en un confidente, en la voz detrás del teléfono que me animaba cada noche a seguir con el día siguiente. Yo esperaba al terminar el día, al irse el sol al oeste, me recordada que también lo veía, que estaba al sur, pero que su hogar estaba en el oeste como el mío, mi hogar en la bella tierra bañada por ese río café y muerto que llamamos Cauca. Cuando él reía yo lo hacía, cuando cantaba yo lo hacía, cuando recordaba el pasado yo lo hacía. Era como si fuera mi amigo de toda la vida, que me comprendía cual barrabasada podría yo decirle y solo reía con una risa gruesa y contagiosa que me hacía doler el occipucio ya lleno de serotonina.  Mi amigo me tiño mis noches frías y estrelladas de una gran alegría. Siempre me agrado el día más que la noche, pero cuando hablábamos no deseaba que la noche terminara nunca. Me sumergía en su mar, en su voz clemente, en su risa contagiosa, imaginaba su mirada de ternura cuando mi voz se quebraba, sus abrazos de lejos cuando lloraba a escondidas. Cuando terminaba las horas que hablábamos sentía un vacío enorme, un vacío que nunca le dije, un vacío que no lograba identificar como si necesitara más de su energía. Mi apego a esa voz me dio fuerzas para batallar una guerra perdida de lágrimas, difuntos y flores. Y después de perder la batalla y entregarme al olvido incierto, su voz era un faro de ayuda, era más fuerte sin duda que yo, su baluarte era todo poderoso, ubicuo y tan ligero y ameno que lograba ensalzarme como si fuera una dulce doncella en peligro. Mi amigo logro fortalecer mi alma, avasallar mis pesadillas y mi sufrimiento, ser una espada para enfrentar al dragón como si fuera yo San Jorge. Pensé mil veces, mil noches en cuando conocería el rostro de donde emanaba esa voz y estrecharlo entre mis manos, como si mis ganas de amar aún persistieran a pesar del invierno más desgarrador y la luna apagada. Y aunque mi amor verdadero aún me cueste olvidar, mi amigo se trasformó en un puente a la realidad, un valle de esperanza, un abismo de alegría, un lago de comprensión y me ayudo a que ese despertar sin tener a mi amor verdadero, no fuera tan doloroso y empezó como si fuera un hábil cirujano, a remendar este corazón roto que seguía latiendo. Si alguna lagrima recorrió mi mejilla, sentí su presencia a mi lado, sus brazos danzando por mi cuerpo alentándome a seguir. Mi amigo de llamadas, estaba allí, no solo su voz en mi cerebro, no solo su risa en mi garganta, no mis latidos en sus venas. Estaba allí y podía verlo. Ver su imagen tan generosa y grande, como un ángel del cielo que seguiría el camino  a mi lado, ayudándome, mientras yo le pagaba con mi sonrisa. 

viernes, 22 de marzo de 2013

Es ella que vuelve.

Tan ilustre y déspota. No sé qué es, entonces, lo que tú deseas, en que te empeñas en ser conocida. Tú que habitabas la oscuridad ahora limitas el desprestigio. Siempre deseando un beso más, uno de más. Deseando una caricia, una de más. No te conformas con lo que te ofrece el de turno, cada vez más y más deseos insaciables de amor. Para ti, el amor y el romance es efimero. Uno tras otro, tras otro, enfilando un ejército que entra cada noche a tu cama y te despoja de virtud. En eso te has convertido querida, en una insaciable que solo acumula rencores, pasiones y deseos de poseer un trofeo de la más meretriz. 

Eres un vampiro que se alimenta de besos, de caricias, de los gélidos suspiros y luego como si el tiempo te marcara el fin de la cena, en ese desesperado afán de amar, te marchas con otro al que empiezas de nuevo, a mendigar un poco de su ser, de su pasión y deseo. Son acaso lindas tus acciones, querida, pregúntate. Aquellas acciones que tienes con tus pretendientes, aquellas de viajes y cenas, de flores y prendas, de joyas y coronas.

Arrojas esas prendas que adornaron tu cuerpo durante el día y buscas incansablemente un cuerpo a quien pedirle abrigo. No quedan vestigios de lo que alguna vez pude ver, ya no eres la misma tierna chica de la cual perdidamente me enamoré. No sé lo que eres. No me atrevo, por más que lo niegue, a manchar tu buen nombre. Siento respeto no por tu inmundo ser, no mancho tu nombre por lo que algún día fui a tu lado, guardando ese recuerdo como la única muestra de afecto verdadero que existió en ti. 

Dices ser grande, cuando apenas si puedes gatear, pides ser amaba cuando solo dañas corazones. Eres fría y malvada, como las mañanas después del invierno.

Me pregunto si acaso deseas ser un personaje que refuerza esa protección que impide ver cómo eres, que impide escuchar tu voz, tu verdadera voz y solo esas estúpidas frases pre-formadas, de conocimiento robado Me pregunto acaso quien fue quien te daño que tuviste que refugiarte en ese personaje tan odioso. No creo que tanta mezquindad sea de tu ser, alguien tuvo que sembrarla y te empeñas en que carguemos algo de lo que estas cosechando. Pues no. Me niego a ser parte de tu melancólico juego, ese de mentiras y de tardanzas,  ese que juegas con todos. Pues ya no. Apártate de mí, deja ya de imaginar que soy un peón que recorre tu campo, pues el único campo que quise recorrer fue tu cuerpo y mis golpes eran besos, pero te negaste. Así que asume las consecuencias de dejarme ir, pues no estoy dispuesto a volver, si así fuera el caso.

Pasaran muchos por tu cama, muchas noches de pasión, muchas formas de pensar que logren estimularte el cerebro, creerás que has amado, pero al final, cuando cansada y enlutada te desprendas de ese lecho, descubrirás que solo hizo falta una sola persona y no esos diez, esos 100 o esos mil hombres para descubrir la afligida imagen de una mujer que solo buscó el deseo, que pensó que amaba, que creyó encontrar su felicidad, aquella felicidad que perdió la misma noche que decidió confundirse en las sabanas con cada amante seducido a sus pies. En esa noche que confu

miércoles, 27 de febrero de 2013

Esperando.


Me gusta acariciarte con mis palabras
Porque en este mundo virtual
Donde no existe la piel sino las ondas
Solo ellas pueden llegar hasta vos
Y hacerte sentir lo que siento.
Me gusta dejar que escapen
Para que jueguen con tu piel
Trepen hacia tu boca
Y al llegar a tus oídos, aniden allí
Y se queden en tu humanidad. 
Escondidas en la magia del instante
Como el más dulce de los secretos
Me gusta halagarte
Porque despiertas mi deseo
Porque provocas mi ternura
Porque mi tiempo transcurre en el instante compartido
En la esperanza de los momentos acordados
En el deseo huérfano de vos
Me gusta soñarte porque te siento sin tocarte
Porque te veo aun sin verte
Porque te espero y te seguiré esperando
Porque sé que estás ahí esperando por mí
Este en definitiva soy yo, un soñador romántico
Tan solo un hombre, solo esperando siempre por vos
Para que un día ya no sea virtual
Para que un día cercano te diga con mi voz
En un mismo cuarto, en un instante, en el presente absoluto
Que te amo como mi alma. Que te amo hasta el sol. 

viernes, 15 de febrero de 2013

Una palabra, una historia, muchas lágrimas.

Cuando recuerdo lo que él me narró esa noche, aún puedo sentir ese vacío en el interior de mi pecho, ese vacío que siento tan presente  después de tantos meses. Como si sintiera una especie de culpabilidad cuando yo he sido inocente. Mi único delito como ya lo había mencionado antes fue amarte más de lo que yo me amé. 

Ver en mi mente la imagen de ustedes dos tomados de la mano en la última butaca del autobús que los conduciría al oeste, me hacía sentir incomodo, con rabia y con esa sensación de impotencia. Seguí imaginándolos mientras seguía escuchando esa triste narración. Continúo diciendo que no deseaba tomarte de la mano, que no le parecía correcto ese tipo de demostraciones en pública, que sentí vergüenza. Él te recordó una vez más que no deseaba ninguna demostración cuando recostaste la cabeza en su hombro izquierdo. Parecías un pequeño gato que deseaba ser acariciado. Y él estaba apunto de caer en tu seducción

Creo que tus ojos marrón de seguro, lograron impactarle tanto o más como me siguen impactando, es algo extraño, pues después de tantos meses, aún es un enigma. Un elemento faltante. Y puedo pasar horas en el sillón de la terapeuta mintiéndome a mí mismo sobre haberte olvidado, pero ahí acostado, sigo contemplando la idea de ver de nuevo esos ojos marrones que tanto admiré. Él no dijo nada sobre tus ojos, no dijo nada sobre tu cabello, que olía cuando me abrazabas; No dijo nada sobre tus gruesos labios rojos con las pequeñas cicatrices de varicela que tanto besé; y mucho menos dijo algo sobre tu suave piel, en la que siempre desee dormir cada atardecer. Él solo dijo que de ti le cautivó la personalidad y que aunque el aspecto físico siempre había sido importante en sus relaciones, esta vez, de una manera ilógica, decía que le atraía la personalidad.  A veces me pregunto si esto que me dijo, pudo ser para hacerme sentir mal, hacerme pensar que yo era superficial, pero yo te puedo decir que te conocí primero a través de tu voz, de tus escritos, de tus  momentos de histeria y falta de temperamento. No negaré que recordaré para toda mi vida, por más que pueda decir que te odio, por más daño que me hayas provocado, recordaré la primera vez que te vi. Como un ángel que baja al infierno a darme una gota para calmarme la sed. 

Creí todo lo que él me contó. No sé cómo pude creerle a un extraño. Pero su mirada sincera, su risa tosca y contagiosa, me hizo creerle. Me contó cada uno de los momentos a tu lado, cada sonrisa y cada deseo de besarte y a la vez lanzarte al río. Me sorprende de ti querida, que a él también le hubieras prestado tu móvil, que pudiera ingresar a su red social y publicar la foto de ambos, al menos sus piernas y cena. A mí en cambio dejabas de hablarme si en la sala de tu casa, al sentarme, por efecto de la gravedad en el sillón, tu móvil se me aproximaba. Me pregunto si encubrías algo. Me pregunto si habían notas y mensajes secretos, fotos que no conocí, historias de amores, de aventuras y de burbujas en el tiempo de las cuales yo no podía conocer. No sé la respuesta. Sé que no sé muchas cosas y tal vez nunca me enteré. Él me dijo que poco a poco saldría todo a la luz, que me dolería; tal vez más de lo que me dolió.


También dijo que en la noche salió de regodeo. Pero que no calmó su sed en otros labios, que esperó. Sus amigos le dijeron que estaba loco, ¿Por qué lo hacía? Él tampoco lo entendió. Sé que causas ese efecto en los hombres, querida. Él te respeto, pero acaso ¿tú lo respetaste también? Y cuando la flor del amor se abrió en su pecho, tú, querida, hiciste lo que ya sabias, lo sacaste de tu vida con el discurso patético del tiempo agotado y tus ocupaciones tan trascendentales. Él me contó cómo se sintió, sé que no lloró pues aseguró que no era para tanto, pero sin duda que eso duele mucho, tanto como me dolió a mí. Los dos parecíamos unos huérfanos en la calle, mirando al piso, luego al cielo, suspirando, luego mirando a los lados, diciendo “Dios”  y en nuestras mentes “¿por qué?”.  Él no volvió a verte más, no sabía nada de ti, aunque cuando empezó a narrarme su historia me aseguro que estaba enamorándose de una chica, esa chica eras tú. Tú la que le diste el aire para respirar y lo que él buscaba y no sabía si existía o no, pues era la primera vez que se fijaba en alguien por su personalidad. Tal vez, él lo entendió cuando te abrazo al despedirse y creyó que empezaría la historia más bonita, en la que entregaría su vida, su honor y su empeño. Pues tan solo tú nos diste una vida, la vida que deseábamos. Pero es imposible, pues tú solo piensas en tu apetito, por más que te demos lo que pides, deseas más y se te olvidas que simplemente te amamos, que te damos lo más valioso. 

Esa noche, en esa narración, mi voz se fue y mi mente recreo cada instante, cada detalle, cada momento, cada caricia y cada intento de un beso. Mi mente me abría el paraíso romántico que él narraba y allí entendí, que en algo había actuado yo. Ahora querida, tú eras romántica.  Y veía como usabas lo que yo te enseñe. Al menos en tus buenas acciones seguía viviendo mi recuerdo y eso a mí me basto. Porque no se mueren así yo ya no tenga vida.