miércoles, 3 de octubre de 2012

A su lado.

Era media noche y me llamó. Me sorprendió, debo confesar. Mi corazón latía a montón, como cada vez que me habla o veo aparecer su nombre en mi móvil. Estaba un poco ebrio, con aliento a licor y su cara picara que incita a pecar. Sonreía mientras se tambalea. Se acostó en mi cama, yo me senté a su lado, sobre una silla gris. Lo miraba atento y me sentía feliz de verlo acostado en mi cama. Me pidió que lo acompañara en el sueño, total, era mi cama la que ya ocupaba. Tomo mi mano con ligereza y la llevo a su pecho, empuñando mi mano junto a la suya. Y nuestros cuerpos se acercaron. Mi corazón latía. Su sudor etílico se confundía con el mío, que era de miedo y satisfacción. Toqué su rostro. Era suave. Vi su nariz, sus labios y orejas. sonreía al verle dormir y al escuchar sus gélidos gemidos que hacia mientras intentaba conciliar el sueño.

Sus nalgas se acomodaron en mi ingle. Mis rodillas en su región poplitea. Y mi cabeza se quedo sobre sus hombros. Olí su aroma en medio del alcohol, que fragante era. Siempre lo ha sido. Solo desee dormir a su lado, pero sobrio, creía que era mejor. Que estuvieras consciente de mi ser y no pareciera una ilusión al día siguiente. 

Sus sueños vividos me despertaban más que a él. Dormía por segundos y de repente entraba en una charla incoherente que me hacia reír y a la vez preocuparme. Al fin descansamos. dormimos juntos. dormimos en paz. como si nos conociéramos de toda la vida, como si fueras mi luna y yo tu sol, esperando el eclipse para estar juntos.

A la mañana siguiente, sentiste la tranquilidad de estar a salvo. Para mi la noche mas mágica, para ti solo fue un breve momento de tu lunática noche que termino en medio de los brazos conocidos. Sentiste preocupación, pero te dije que tu virtud seguía intacta, al menos durante el tiempo en mi cama.  Con la sonrisa picara me diste un beso en la mejilla. Te fuiste para nunca más volver. 

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