lunes, 12 de noviembre de 2012

El olor de los gatos.

Siempre he dicho que los gatos huelen a algodón, como el algodón de la cosecha de mi papá por allá en el año 98, que guardaba en la ramada junto a la Isabela, como el nombre de algunas de mis primas con las que pasé mi infancia en la Ondina, La Ondina, la Hacienda de mis abuelos Arturo y Aura, que era de color banco y rojo, como ese rojo del millo que se mezclaba con el atardecer, los arreboles y el viento, ese mismo viento que nos elevaba las cometas en el potrero, ese potrero en que impulsados por las manos de Alcira montamos por primera vez en bicicleta con temor a chocarnos con el laboratorio de Meteorología del INTEP de Roldanillo, como Rodanillo el municipio que mi familia escogió para vivir hace más de 200 años, y pasaran los años antes de que se vayan, a pesar de toda a sangre derramada, sangre como a que hace fata en el banco de Hospital Universitario San Jorge, San Jorge como el nombre del santo, del cual tengo una medallita, comprada en el vaticano y obsequiada por amiga Angela, la monja franciscana que vive en la Florida, Forida como el estado de Estados Unidos que celebra la re-elecion de Obama, Obama de familia Hawaiana y Keniana, como Kenia el país que esta en África, África el continente negro y negro como mi gato Chakels que huele a algodón, como el algodón de la la cosecha de mi papá por allá en el año 98, ...

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