viernes, 7 de diciembre de 2018

Duberney, una velita.

Una velita por:

Duberney.

Cuando estaba rotando en Semiología Gastrica, conocí a un paciente de 13 años. Teníamos que hacer la historia clínica de Pediatría y me asignaron este paciente. Dunerney como se llamaba tenía una patología renal, producto de varias infecciones y desnutrición. Cuando yo lo conocí parecía más pequeño que un niño de 8. Supe que había sido retirado de su familia y estaba en proceso de adopción. Al año siguiente estando en Medicina Interna, lo volví a ver. Otra vez me sentaba a su lado, a examinarlo, a ver sus exámenes, a hablar de la posibilidad de un transplante renal. Algo imposible. Él estaba un poco más grande, tenía la voz gruesa y aún me saluda de parcero. Otro año paso y lo volví a ver, yo estaba en Cirugía y como iba a olvidar a mi paciente de nombre Irlandés. Yo le decía que me sonaba a Dublín, pero él no entendía que era la estupideces que yo le decía. Duberney estaba muy mal, necesitaba un transplante pero su seguro no lo había aprobado. A mi se me ocurrió la idea de adoptarlo. No le he contado a nadie esto, pues yo tenia ya 21 años y él casi los 15. Tendría un hijo de 15 a quien podría beneficiarlo para su transplante renal. Pero no podía adoptarlo porque yo estaba soltero, esa fue la respuesta que me dieron. Estuve en un congreso en Tunja y allí le conté a una Nefróloga muy importante en Colombia sobre Duberney. Su respuesta no era alentadora. Sin entrar en detalles era imposible hacer algo por él, descartado todo. Al regresar de Tunja, volví a verlo. A veces rompo las reglas y mantenía contacto con algunos pacientes. Cómo la mamá de Andres Felipe, el bebé de mi primer parto, la familia del primer paciente que lleve remitido o las madres de los niños a quien ayude en el parto y continúe sus controles.
Duberney sobrevivía ahora con diálisis, a veces me lo encontraba. "Que más parce?" Era su saludo casual.
Estando en el Internado, lo volví a ver, yo terminaba mi última rotación, Pediatría y él estaba cerca a ese piso. Delgado, muy blanco, pálido, con los ojos brillantes nos volvimos a encontrar por última vez, yo terminaba medicina y él ya no volvería a decir: “Que más parce?”.

Duberney falleció siendo yo rural, a finales de noviembre. Él era un buen chico que pudo llegar a ser mi hijo. Hoy lo recuerdo, mi paciente de toda la carrera. Uno está hecho de frases de libros, uno está hecho de lo que le enseñan los pacientes.

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